lunes, 11 de febrero de 2013

Antiagresividad y superempatía

   La agresividad humana es el mayor obstáculo a la plena cooperación. Sin ella, el pensamiento racional lógicamente expresado mediante el lenguaje sería más que suficiente para organizar el esfuerzo productivo de los seres humanos, de modo que casi cualquier meta de tipo económico sería alcanzable: los límites de la capacidad tecnológica son inimaginables incluso a corto plazo; por poner un ejemplo, la lucha por la subsistencia (alimentación y cobijo), que ocupa casi la totalidad del esfuerzo vital de los animales irracionales, hoy  por hoy, con los medios actuales, ocuparía apenas el 1 % del esfuerzo del ser humano dada la tecnología actual y probablemente muchísimo menos dada una tecnología futura.  El hecho de que no  necesitemos hoy más que un mínimo esfuerzo para asegurar la subsistencia al mismo tiempo que siguen existiendo millones de personas que aún viven en la más absoluta precariedad es una buena evidencia de que existen factores irracionales que perturban la cooperación humana y que debería ser el erradicar tales factores el principal objetivo de la ciencia. Sin embargo, en el presente periodo histórico, la agresividad humana, la antisocialidad y los comportamientos culturales irracionales no se consideran problemas a resolver: se asumen como un marco social dado.

  La agresividad consiste en una pauta de comportamientos instintivos que se caracterizan por que evaluamos a nuestros semejantes como una directa amenaza a los intereses vitales de cada uno y, en consecuencia, les hacemos objeto de nuestros ataques y coacciones como medida disuasoria. A partir de estos comportamientos agresivos (o exageradamente defensivos) se suceden todo tipo de actividades de riesgo y todo tipo de controles de seguridad preventivos en los cuales los intereses vitales de unos y otros tratan de prevalecer mediante la fuerza y el engaño. La guerra y la criminalidad son las manifestaciones sociales más notables de la agresividad, pero estos no son más que casos extremos caracterizados por las convenciones sociales de cada época. Por ejemplo, agredir a la esposa no es considerado criminalidad en muchas culturas, de la misma forma que una mirada insultante o una injustificada denegación de ayuda económica tampoco lo son en nuestra sociedad liberal-democrática actual a pesar de que no hay duda de que infringen sufrimiento a otros intencionadamente.

  De la agresividad sabemos que produce placer en quienes la ejecutan, lo cual es lógico en un impulso instintivo. Por supuesto, las necesidades de agresividad de cada individuo dependen de su particular dotación de las características instintuales correspondientes en cada caso (temperamento o predisposición neurológica).

  En general, no faltan los estudiosos que consideran que la agresividad no puede ser del todo controlada ni menos aún erradicada, y denominan "violencia" sólo a una “manifestación exagerada de la agresividad”. El límite de esa “exageración” nos lo da, sin embargo, la convención cultural del momento, sin que sepamos cuál puede ser el límite futuro a la aceptación social de la violencia. Lo que sí sabemos es que se ha producido una notable disminución de la violencia (homicidios, cuando menos) a lo largo del proceso civilizatorio, y que existe una enorme variabilidad a este respecto de unas culturas a otras. Llamamos "proceso civilizatorio" a la evolución prosocial constatada de las culturas humanas, el referente esencial de esta evolución es la disminución de la violencia, el incremento tecnológico y económico, y el desarrollo de hábitos de confianza en las relaciones interpersonales.

  Sabemos menos de la “antiagresividad” que de la agresividad. En psicología conductual se denomina "antiagresividad" a las pautas de conducta que aplacan los instintos violentos. Pautas de conducta antiagresiva son la consolación, la compasión y la manifestación de empatía mediante lenguaje (verbal y no verbal) y acto (por ejemplo: ayuda económica o prestación sexual).  En casos extremos, puede buscarse la antiagresividad mediante diversos productos farmacológicos (calmantes).

  El psicólogo Simon Baron-Cohen habla de “superempatía” en el caso de actitudes mensurables de comportamientos caracterizados por antiagresividad y complacencia. La empatía puede definirse como  nuestra capacidad de identificar lo que otra persona piensa o siente y responde ante esos pensamientos y sentimientos con una emoción adecuada”. (La "simpatía" suma, a la empatía, la actuación benevolente y altruista). La superempatía sería una manifestación extrema que podríamos caracterizar, de forma equivalente a la agresividad, como propia de quien obtiene placer del placer ajeno, en contraste con el individuo agresivo que obtiene placer del sufrimiento ajeno (o de las consecuencias del sufrimiento ajeno).

  Los comportamientos de antiagresividad y superempatía son tan reales como los de agresividad y psicopatía, y todos son instintuales por igual. El libro de Steven Pinker “Los ángeles que llevamos dentro” nos informa de los cambios culturales sucedidos en el periodo histórico que demuestran cómo las manifestaciones más notables de violencia social (guerras y criminalidad) disminuyen a medida que se producen diversos cambios de tipo cultural (proceso civilizatorio).  Estos cambios suelen estar relacionados con manifestaciones culturales de tipo empático, como el arte (es muy interesante el caso de la pasión por la lectura de novelas a partir del siglo XVIII) o conceptos políticos como la beneficencia, los derechos humanos o la democracia. 


  Puesto que los términos “antiagresividad” y “superempatía” son muy recientes, esto nos hace pensar que se trata de fenómenos poco estudiados a pesar de que su valor práctico parece inmenso. Podrían permitirnos seguir desarrollando conocimientos acerca de la restricción futura de la violencia y la agresividad, cuyos límites parecen también incalculables. Las sociedades caracterizadas por una menor agresividad (menos guerras y criminalidad) son, por supuesto, las más avanzadas tecnológicamente y aquellas en las que se da una mayor cooperación económica efectiva. 

   Karen Armstrong ha descrito una tendencia de evolución cultural a través del desarrollo de las llamadas “religiones compasivas” que aparecen con el desarrollo urbano hace unos dos mil quinientos años. La primera religión plenamente compasiva habría sido el budismo, que en la filosofía helénica sería adaptada por el estoicismo, el cual a su vez influiría decisivamente en el judaísmo y por tanto en el  cristianismo.  Aún se debate si el avance en los comportamientos antiagresivos y en las concepciones culturales antiagresivas está relacionado con el desarrollo gradual del ideario de las religiones compasivas (y particularmente la religión cristiana, por ser ésta la de las naciones que han acabado imponiendo su cultura a nivel mundial). Pero sí parece existir una coincidencia entre esta evolución religiosa y el proceso civilizatorio.  

2 comentarios:

  1. En mi opinión, no considero la ''superempatía'' sea equivalente a la agresividad, puesto que obtener placer a través del placer de los otros, sería una forma instintiva de complacencia es al fin de al cabo una conducta ''antiagresiva'' aunque creo que esto se produce también instintivamente entre los demás animales más desarrollados. Pienso además que el arte no tiene porque ser empático y si ser un vehículo de propaganda agresiva puesta al servicio de culturas reaccionarias y belicosas. Por supuesto, podría ser una perogrullada, pero en modo alguno las sociedades avanzadas en tecnología son menos propensas a la agresividad (del mismo modo que a la superempatía), dado que las grandes potencias del siglo XXI disponen de una colosal maquinaria militar que ha permitido el control disuasorio y a ''sangre y fuego'' en todo el planeta, creando además una cultura altamente refinada de la violencia en muchos ámbitos de la cultura (aumento de la criminalidad y la corrupción moral). No pienso, que los límites de la agresividad sean incalculables, ya que el concepto de violencia es cambiable a lo largo de las épocas históricas, y no es una definición cuantificable. En todo caso, si creo que una de las manifestaciones de la agresividad, la crueldad, pueda considerarse no inconmensurable pero inimaginable por la capacidad tecnológica al servicio de la violencia. Un saludo.

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  2. "en modo alguno las sociedades avanzadas en tecnología son menos propensas a la agresividad"

    Steven Pinker ha escrito un famoso libro "Los ángeles que llevamos dentro" en el que muestra fuera de toda duda el espectacular descenso en homicidios en las sociedades más tecnológicamente avanzadas. No se trata de que el descenso de la violencia esté relacionado con la tecnología, sino que ambas cosas tienen un origen parecido: el desarrollo de mayores habilidades prosociales.

    En cuanto al arte, parece ser una estrategia compleja de comunicación simbólica.
    No debemos quedarnos en la anécdota, sino fijarnos en las tendencias generales

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