“Religion is not about God” es el título de un libro del historiador de
las religiones Loyal Rue del año 2004, pero Rue no es, desde luego, el más
destacado autor que se ha preocupado por informar de que, en contra de
ciertos lugares comunes, el hecho religioso no implica necesariamente
las especulaciones acerca de lo sobrenatural. Entre otras cosas, Loyal
Rue describe la religión como algo que “consiste en manipular nuestros
cerebros a fin de que podamos pensar, sentir y actuar en nuestro
beneficio, tanto individual como colectivamente”
Mucho antes de que apareciese este libro del siglo XXI ya teníamos al clásico Emile Durkheim, en cuya obra “Formas elementales de la vida religiosa”, del año 1911, ya se afirma
que “Existen grandes religiones donde está ausente la idea de dioses y
de espíritus, donde, al menos, no desempeña más que un papel secundario
y oscurecido. Es el caso del budismo.”
Para Auguste Comte la religión era una actividad puramente social,
basada en "el establecimiento de ritos, reglas y ceremonias, cuyo
objetivo sería llevar a la humanidad a un estado de unidad perfecta"
Años después de que Durkheim y Comte publicaran sus libros, aparecerían
nuevos fenómenos religiosos no sobrenaturalistas, lo que llevaría a que
antropólogos más actuales como Clifford Geertz (“La interpretación de
las culturas”) hablase de “las llamadas religiones políticas tales como
el comunismo y el fascismo". La definición de Clifford Geertz de
religión, no requiere, en consecuencia, del hecho sobrenatural: «La
religión es un sistema de símbolos que obra para establecer
vigorosos, penetrantes y duraderos estados anímicos y motivaciones en
los hombres, formulando concepciones de un orden general de existencia y
revistiendo estas concepciones con una aureola de efectividad tal que
los estados anímicos y motivaciones parezcan de un realismo único».
Encontramos más ejemplos de esta concepción no teísta de la religión en
el caso del divulgador de ciencias sociales Cavalli-Sforza que en “La
evolución de la cultura” escribe que “Buda, Jesucristo, Mahoma, Marx se
citan entre los más grandes fundadores de religiones” o en el del antropólogo Marvin
Harris, que también califica a la ideología no sobrenaturalista del
confucionismo, como “religión política”.
Finalmente, la misma wikipedia define religión como “sistema de la
actividad humana compuesto por creencias y prácticas acerca de lo
considerado como divino o sagrado, tanto personales como colectivas, de
tipo existencial, moral y espiritual".
Lo “sagrado” no
presupone lo “divino”, sino que es una noción que permite a un grupo o
una sociedad humana creer en una separación binaria (lo Sagrado como
opuesto a lo Profano), espiritual o moral, entre diferentes elementos que
la componen, la definen o la representan (objetos, actos, ideas,
valores...). Según el psicólogo social Jonathan Haidt, lo "sagrado" es una manipulación cultural del instinto del "asco biológico", por el cual determinadas materias son rechazadas de manera automática como no utilizables como alimento. Al equipar al comportamiento moral con esta reacción instintiva adaptaba se logra un autocontrol mucho más útil que el de la moral "profana", ya que lo profano no produce emociones de asco y reverencia, siendo, por tanto, menos práctico para asentar un comportamiento moral. De hecho, las leyes profanas exigen la coerción legal para asegurar su cumplimiento. Las leyes sagradas suelen cumplirse de forma automática (la violación del tabú produce repulsión, así como el seguimiento de la norma sagrada produce reverencia). Por eso lo sagrado es mucho más útil para el mantenimiento de un orden prosocial, y es ésta la ventaja esencial de la coerción religiosa sobre la de tipo legal o político (Napoleón afirmó en cierta ocasión que "un cura le ahorraba diez gendarmes").
La divulgadora de la historia de las religiones, Karen Armstrong, en su
libro “La gran transformación” del año 2006, nos cuenta que la Religión
es "comprometerse a llevar una vida ética", y que es la benevolencia lo
que señala el camino a la trascendencia. También nos ilumina acerca del
origen de la religión en la antigüedad: "la religión era hacer cosas que
te cambiaban en lo profundo".
Por desgracia, aún quedan rescoldos de desconocimiento (o de amoldamiento a un concepto de uso coloquial), como es el
caso de la rancia Real Academia de la Lengua española que en su
diccionario define a “religión” como "conjunto de creencias o dogmas
acerca de la divinidad". Algunos estudiosos modernos de las religiones parecen considerar que solo las creencias en seres sobrenaturales lograrían desencadenar emociones "sagradas". Sin embargo, todo parece indicar que las ideologías no sobrenaturalistas (como las políticas) también pueden conseguirlo. Pisotear una bandera, por ejemplo, puede producir la repugnancia propia de la violación de lo sagrado, aunque eso no convierte automáticamente al nacionalismo en religión, ya que no tiene por qué afectar al comportamiento moral privado del creyente.
Este equívoco acerca del que ha sido el rasgo de
evolución cultural humana más significativo y poderoso es un ejemplo
más de cómo, en el siglo XXI, aún quedan por lograrse
profundos cambios en la visión convencional de la naturaleza humana.
Nadie puede negar el papel fundamental del hecho religioso en el
avance de las culturas en el sentido de hacer posible la alteración del comportamiento social. Religión no es solamente ideología (si es expresada
doctrinalmente) o el fundamento estético de un relato mítico (en el caso de las religiones más primitivas), sino que
supone sobre todo una práctica de determinadas estrategias psicológicas
que logran modificar a cada individuo de manera que actúe de acuerdo con
la fórmula social deseada que llega a nosotros mediante mensajes simbólicos.
Hoy, a comienzos del siglo XXI, predomina en el mundo una cultura laica
de índole liberal-democrática. Con independencia de que esta cultura es
el producto de una larguísima evolución de las religiones compasivas
(entre las cuales la cristiana fue la predominante, pero no la primera),
el hecho es que hoy podemos entrever un futuro sin religión, es decir,
una humanidad futura en la que los individuos no requerirán verse
comprometidos en procesos de interiorización de valores éticos e ideológicos, y
que les bastará con aceptar los valores ya consolidados en la cultura
circundante sin necesidad de vencer las resistencias cognitivas de una
ideología previa.
Sin embargo, el hecho es que la cultura liberal-democrática actual,
pese a sus evidentes avances con respecto a las culturas previas, no
colma las aspiraciones humanistas. No se ha alcanzado una sociedad
plenamente cooperativa, persisten la violencia y los comportamientos
sociales de tipo irracional, como el sobrenaturalismo, el nacionalismo,
la propiedad privada y la privacidad familiar. La violencia sigue presente, y es considerada como un mero "exceso de la agresividad". Una
insatisfacción parecida hizo surgir las ideologías políticas marxistas, cuya
vertiente religiosa resultó expresiva de su fracaso final. Con todo, el
fracaso de la religión marxista contribuyó a la mejora de la cultura
liberal-democrática porque permitió conocer más profundamente cuál era la naturaleza humana. El fracaso del marxismo debería haber permitido también hacer visible las limitaciones del cambio político.
Una nueva formulación ideológica y no política, con su vertiente de realización
religiosa, podría llevar finalmente el ideal liberal-democrático hasta sus consecuencias humanistas finales (la
plena cooperación universal).
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