domingo, 10 de febrero de 2013

Conductismo, anarquismo y religión pura

  Si una religión es el conjunto de simbolismos de significado emocional y moral, más las estrategias psicológicas necesarias para un cambio participativo de las pautas de conducta del individuuo que determinan el contenido ético de una cultura determinada, la última religión, cuya ideología (simbolismo doctrinal) ha de ser, simple y puramente, la consecución de un entorno humano de extrema confianza que permita la máxima cooperación, se ha de caracterizar por una serie de estrategias psicológicas eficaces que permitan alcanzar el objetivo buscado. El individuo se ve motivado a actuar, de acuerdo con tales estrategias, con el fin de alterar su comportamiento en un sentido prosocial.

  Para que el cambio sea eficaz, para que sea "religioso", los comportamientos éticos han de partir de la esfera "de lo sagrado", es decir, de algo parecido a un instinto inculcado que nos inclina o bien hacia la repugnancia o bien hacia la devoción a la hora de hacer elecciones morales. El hombre éticamente religioso no razona acerca de lo bueno o lo malo, sino que actúa movido emocionalmente hacia el bien como resultado de habérsele inculcado ese sentido de lo sagrado en particular. El ámbito de "lo sagrado" en las religiones tradicionales tenía que ver con simbolismos, como un ídolo sagrado. Al evolucionar las religiones, "lo sagrado" también abarcó el comportamiento moral. Lo ideal sería que el ámbito de "lo sagrado" (reacciones emocionales automáticas) se circunscribiera precisamente al comportamiento moral, en un sentido altruista.

  Esto, en el fondo, no sería otra cosa que la “religión pura” a la que hacía referencia Ernest Renan  en su libro “Vida de Jesús” (1863)   "Un culto puro, una religión sin sacerdotes y sin prácticas que reposase enteramente sobre los sentimientos del corazón". Entendemos hoy “sentimientos del corazón”, de forma más prosaica, como pautas de la conducta emocionalmente determinadas y psicológicamente interiorizadas. Hoy por hoy, no conocemos ninguna congregación religiosa en la cual los creyentes ingresen exclusivamente para interiorizar pautas de conducta prosociales. Sin embargo, todos sabemos que las religiones existen precisamente para esto, para hacer mejor la vida en común. Una "religión pura" sería la que existiera solo para eso. Y sería "religión" y no "educación" o "civismo" en tanto que contendría los elementos básicos de toda religión: simbolismo trascendente, efectos emocionales referidos al ámbito de "lo sagrado" (repulsión/reverencia) y comunidad de creyentes. En "Alcohólicos Anónimos" (que no es una religión, pero si una asociación para el cambio del comportamiento) todos saben para qué se encuentran allí. En las congregaciones religiosas tradicionales esto raramente sucede.

  Siguiendo a Renan:   "Gracias a la sentencia de dar al César lo que es del César creó algo ajeno a la política, un refugio para las almas en medio del imperio de la fuerza bruta"

  El fin de esta religión pura sería 

  "el completo idealismo de la vida desinteresada y virtuosa", "la total santidad, la total abstracción de las impurezas del mundo, la libertad"

  En suma:

  "Jesús ha fundado la religión de la humanidad, como Sócrates ha fundado la filosofía y Aristóteles ha fundado la ciencia", "la religión definitiva".

  Desde el mundo moderno al que pertenece el erudito, llegan algunas observaciones curiosas que en su época despertaron escándalo:

  "Jesús es un anarquista, porque no tiene ninguna idea del gobierno civil"

  (No perdamos nunca de vista, por lo demás, que “Jesús” no es sino una entre varias de las manifestaciones históricas de las religiones compasivas, que existían previamente al Jesús histórico y que pueden ser mejoradas más allá de "Jesús")

  Todo ideal que pretenda contribuir a crear un entorno de extrema confianza no puede dejar de ser anarquista (concepción de un orden no autoritario), pues un entorno de extrema confianza, obviamente, hace prescindible la coerción legal que es la base de la vida política (promulgar leyes y hacerlas cumplir). 
  
  Así pues, si hemos concluido cuál sería la última religión (o “religión pura”: algo ajeno a la política) y hemos concluido que su resultado sería un mundo anarquista (sin entorno político… y obviamente sin necesidad de más prácticas religiosas en adelante, ya que serían superfluas), lo que queda por averiguar es cuáles serían las estrategias psicológicas que permitirían el cambio de pautas de comportamiento (interiorización de pautas morales -"esfera de lo sagrado") que llevasen a la aparición del definitivo entorno de extrema confianza.

  Las estrategias psicológicas religiosas pueden ser de diversos tipos:

  -adoctrinamiento colectivo
  -rituales colectivos
  -rituales individualizados (oración, meditación)
  -narración mítica
  -arte simbólico
  -prácticas de adoctrinamiento individualizadas   

  Esta breve lista no agota las posibilidades, ya que la variedad de prácticas religiosas puede ser mucho mayor (en algunos casos, por ejemplo, se puede incluir la ingestión de drogas o las disciplinas físicas a modo de “ritual individualizado”) mientras que en muchas religiones las prácticas se ven muy reducidas en número (muchos antropólogos, por ejemplo, han considerado que los ceremoniales chamánicos son la esencia de la religión porque es casi la única estrategia que se encuentra en muchos pueblos de cazadores-recolectores, pero las religiones más evolucionadas admiten un gran número de estrategias).

  Aparentemente, las religiones más modernas han ido prescindiendo de los rituales colectivos y las narraciones míticas, utilizando más mecanismos de tipo racional, como el adoctrinamiento colectivo e individualizado.

  En cualquier caso, lo importante serían los objetivos psicológicos a alcanzar: una "última religión" ha de permitir la creación de una "cultura de la santidad", que sería la mera suma de individuos cuyo comportamiento moral, altruista, compasivo, emotivo y racional, ha de garantizar la extrema confianza.

  Diversas experiencias del siglo XX hacen pensar que la "última religión" podría tomar la forma de un sistema de prácticas individualizadas no muy alejadas de la actual psicoterapia cognitivo-conductual. La terapia cognitivo-conductual consiste, básicamente, en un proceso de tratamiento donde se analiza la conducta observable, pensamientos verbales y respuestas fisiológicas, así como las relaciones entre sí -de todas estas manifestaciones- y la "conducta problema”. El resultado suele ser el cambio de las "creencias nucleares" del paciente que dan origen a "respuestas automáticas" propias de la conducta antisocial.

  Para alcanzar un comportamiento de extrema confianza sería preciso interiorizar de forma razonada (no muy diferente al aprendizaje de un actor mediante el “método Stanislawski”) una serie de pautas de comportamiento inocuo y benéfico. Si se logra que un individuo asuma de forma manifiesta, en palabra, gesto y obra, pautas de conducta de este tipo, habremos creado la base para un comportamiento comunitario de extrema confianza en el mismo sentido. Los comportamientos inocuos y benéficos pueden ser consecuencia del estímulo de los instintos antiagresivos y superempáticos que existen de forma innata en los seres humanos y para los cuales algunas personas están más predispuestas que otras (temperamento).

  Un posible método que ayudase a crear una comunidad eficiente de extrema confianza sería primero, mediante una selección previa, reunir a un grupo de individuos acerca de los cuales sepamos que poseen temperamentos de cualidades antiagresivas y superempáticas superiores al promedio (del mismo modo que, para formar un grupo de bandidos lo conveniente es seleccionar a personas agresivas y psicopáticas), proporcionarles un adoctrinamiento en consecuencia (emocional, simbólico, apolítico y racional) y ofrecerles un asesoramiento individualizado de tipo cognitivo-conductual adecuado al adoctrinamiento. Se da por supuesto que los individuos estarán motivados para emprender una experiencia de este tipo y se supone que la motivación estará en buena parte basada en la expectativa de obtener compensaciones emocionales gratificantes (afecto) como consecuencia de vivir dentro de una comunidad de extrema confianza.

  Una experiencia así jamás se ha realizado.

  Sí se han realizado, sin embargo, abundantes experiencias de terapia de grupo e individualizada para la corrección de ciertas pautas de conducta que han sido calificadas de erróneas según nuestra cultura ("conductas problema"). Un ejemplo antiguo y muy conocido sería la organización de “Alcohólicos anónimos”, pero también sirven de ejemplos las técnicas de coaching a lo Dale Carnegie y sus infinitas ramificaciones de todo tipo en el mundo de la “auto ayuda”.

  Sin embargo, las técnicas de psicoanálisis son todavía anteriores y aún más anteriores son las técnicas de adiestramiento militar en las que, por procedimientos abreviados de urgencia, se trata de adaptar a miles de jóvenes para la experiencia extrema del combate armado. Ni el psicoanálisis ni el adiestramiento militar son necesariamente religiosos, ya que no incluyen una ideología ética y muy poca simbología emocional. La Compañía de Jesús de Ignacio de Loyola trató de imitar el preparamiento militar para obtener un mayor rendimiento en una determinada versión de la virtud cristiana ("ejercicios espirituales"). Loyola también se inspiró en la "Imitación de Cristo", de Kempis, del siglo XIV, un recetario de sentencias que hoy diríamos que trataban de implantar también "creencias nucleares" y sus correspondientes "pensamientos -y actos- automáticos" correspondientes. La "imitación" de Kempis estaba dirigida sobre todo a los frailes de los monasterios.

  En el mundo religioso ha sido el monasticismo (que comienza con el budismo, la primera gran religión compasiva) el movimiento que más ha destacado en su intento de adaptar las pautas de comportamiento a características de inocuidad y altruismo. Del monasticismo han derivado numerosas invenciones religiosas de control de la conducta.

  El ideal monástico, como el de la religión pura, no sería otra cosa que algo muy parecido a la creación de una “comunidad de santos” en las que los individuos hubieran aplacado de forma definitiva (autocontrol) sus instintos de agresividad y desconfianza en un contexto social muy seleccionado. La comunidad monástica supone una experiencia religiosa extrema, capaz de dar lugar a cambios profundos de conducta que, por imitación de los seglares, ha sido capaz de influir en los cambios culturales de toda la sociedad, de ahí su importancia histórica. Una racionalizacíón actual del hecho histórico innegable de esta capacidad de influencia podría dar lugar a fenómenos nuevos que recibiesen nombres nuevos tales como "comunidad para la mejora de la conducta" o "centro de alto rendimiento de la conducta".

  La última religión, pues, habría de partir de una experiencia racional y organizada en el sentido de crear una comunidad monástica de extrema confianza para lograr la plena cooperación humana, algo solo posible mediante la extensión del comportamiento de altruismo y benevolencia. Es previsible que, de obtener buenos resultados esta experiencia, el mundo exterior no podría ignorarlas y se vería benéficamente influida por ella, de modo parecido a como sucedió en la Baja Edad Media de Europa occidental, en los tiempos inmediatamente anteriores a la aparición del Humanismo y el Renacimiento.

1 comentario:

  1. Pronostico una larga vida a este blog. Trata temas eternos con sabiduría y desde una perspectiva sumamente original. Las continuas lecturas de Francisco seguro que van aportando nuevos datos regularmente. Felicidades.

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